Sin ella no eras nada, nada-de-nada.
Ella era la más querida, quizá no la más guapa, porque la belleza suelen decir que es subjetiva, que depende de los ojos que miren, pero el caso es que resultaba atractiva.
No es que no se le diera bien hablar, porque podía engatusarte de mala manera, pero cuando metía la pata, cuando decía vocablos que ni tan siquiera ella sabía que existían, era cuando te dabas cuenta, de que no era tan perfecta.
Era cuando te dabas cuenta de que los chicos la veían accesible y que... a fin de cuentas se sentía inferior a ti.
Ella es.....
La verdadera Princesa que se va a quedar sin su falso reino.