Nuevo año, nuevo curso, y, por tanto, nuevas experiencias. Antes de nada, me presentaré. Yo soy Megan, y no hay mucho más que contar. Respecto a mi físico, no hay mucho que objetar, salvo que soy rubia, tengo ojos azules, y no me parezco nada a la actriz. Soy, digamos, que de estatura media, tirando más bien a ser una persona baja, pero nunca me quejaré de ello.
Hoy es el primer día de instituto, volvemos al Thomas Dark después de unas largas y emocionantes vacaciones de verano. Después de conocer y perder al amor de mi vida, viajé a Italia, y a Francia, y a Rusia, y de aquellos lugares me llevaré montones de recuerdos que nunca olvidaré. Sin embargo, añoraba mi vida escolar, no por los deberes, ni por los exámenes, ni nada de eso, sino por las grandes amistades que hice el anterior curso. Primero, está Eloy, mi gran amigo Eloy. El típico bromista con el que no puedes parar de reír. Y está el guaperas William, que odia que le toquen el pelo, y siempre anda ligando, y la empollona pero adorable Rose. Pero este grupo no estaría completo sin mi mejor amiga, mi confidente, mi vida entera, Anielle. Juntos, formamos uno de esos bandos indestructibles que recorren los pasillos del instituto con grandes sonrisas y dedicando saludos a todo el que pase. No podría decirse que somos los más populares, pero sí los más... Simpáticos.
Como siempre, aquel día se me pegaron las sábanas, y tuve que andar con prisas que lograron estresarme más de lo que podría estar. En ese momento, sí añoré las vacaciones. Desayuné tan rápido que, teniendo aún la comida en la garganta, eché a correr hacia el autobús. Lo ví alejarse, y corrí tras él con la mochila acuestas, gritándole a una máquina que se detuviese. Primer día: primer momento ridículo. El autobús paró, y me subí con una ridícula sonrisa y unos pelos de loca, saludando con un "hola" inocente y abrumado. Y llegó otro de los momentos desesperantes: buscar sitio. Ocupado, ocupado, ocupado...
- ¡Megan, aquí! - me gritó una voz al fondo del autobús.
Andé dando tumbos hacia el final del pasillo, y allí estaba Eloy, tan sonriente como siempre, y más guapo que nunca, con su pelo moreno, y sus ojos verde esmeralda que hipnotizaban, con un moreno de playa de lo más atractivo.
- ¡Eloy!- reí, sin poder evitar abrazarlo al sentarme a su lado.
Y mi abrazo fue correspondido, así como toda la conversación que le dí en el trayecto al instituto. En la puerta, no exageraré si digo que parecía que todo el instituto parecía arremolinarse ahí, de la cantidad de gente que entraba y salía, y todo el ruido, y todos los gritos, como si estuviésemos en un zoo, ensordecían a cualquiera. En verdad, creo que sí que estábamos adentrándonos en la jaula de los leones. Busqué a todos mis amigos, a mi grupo, a mis niños, en fin, volvíamos a estar juntos, y, en el momento en el que nos dabamos nuestro abrazo colectivo, advertimos que todos dejaban la entrada libre, que se iban hacia los lados, y no fuimos una excepción. Nos fuimos juntos hacia la derecha, mirando expectantes hacia la entrada, y pronto llegó nuestra sorpresa. Esbelta, 90-60-90, largos cabellos, sonrisa deslumbrante, mirada felina, aires de superioridad, ropa XXS, enseñando pierna y escote, seguida por sus perritos falderos, que babeaban detrás suyo, diciéndola lo guapa que era, y lo mona que estaba. Sentí un escalofrío, tuve un mal presentimiento. Miré a Anielle: comenzaba una nueva etapa, y no podía ni imaginarme hasta que punto iban a cambiar las cosas.